Semana que me llevará a la presentación de ‘Lidera con sentido el humor’ de Sergio de la Calle (el miércoles de ceniza en Le, a las 19 horas); al HIP (Hospitality Innovation Planet, Salón profesional de innovación en hostelería), también el miércoles 26, al stand de uno de nuestros principales clientes; al FEXDIR20 (Foro de Excelencia Directiva) con 18 ponentes de lujo, invitado por el Círculo de Economía de Alicante el jueves 27 y a ExpoCoaching a escuchar a Teresa Viejo y Ana Cascales, entre otras figuras, el sábado 29. Maravillosas perspectivas.
De la prensa de ayer, me quedo una vez más con mis “tres mosqueteros”: una afamada escritora, un periodista británico del deporte y la política y el mejor de nuestros filósofos (la cuarta en cuestión sería Rosa Carvajal, en las páginas de Economía de La Razón).
Rosa Montero escribía sobre ‘Mostrar el culo‘. Se refería al show de Jennifer Lopez y Shakira, poder latino, ante 100 M de espectadores en el descanso de la Super Bowl 2020 en Miami. “¿De verdad que es necesario que dos intérpretes de esa dimensión tengan que actuar casi en pelotas a los 43 y a los 50 años, respectivamente, enseñando entrepierna y meneando caderas todo el rato en una pantomima de un calentón erótico? Tan sólo pensar en el depilado total imprescindible para aparecer de esa guisa me produce una fatiga abrumadora”. Los raperos que también actuaron salieron “tan tapados como monjes trapenses”. “La Super Bowl, ya se sabe, es el símbolo de la América más convencional y más machista. La sociedad de los Trumps, por entendernos. El cine estadounidense, que sabe ser autocrítico, nos ha dejado esa imagen icónica del marido barrigón que, derrumbado en un sofá, mira la final en la tele con una caja de cervezas al lado”. “Para mayor reventón mental, en un momento del espectáculo de Jennifer Lopez se enciende en el escenario el tradicional símbolo femenino, ya saben, el círculo con la cruz, lo cual ya me parece el colmo del caos ideológico (niñas, no hagáis caso, ser mujer no consiste obligatoriamente en salir en cueros y montárselo sinuosamente con una barra)”. Rosa Montero concluye: “De verdad, ¿no les apena que la apoteosis del espectáculo de dos tías estupendas tenga que ser mostrar el culo? Ya te digo”.
John Carlin, ahora en La Vanguardia, escribía sobre la ‘Libertad de opinión“. Se refería al suicidio de Caroline Flack, presentadora del reality ‘La isla del amor’, que se ha quitado la vida acosada por las redes sociales. Boris Johnson quiere imponer controles sobre los “social media”. El mismo día de la triste noticia de Flack, un trolero de 55 años llamado Harry Miller acudió al juez denunciando “acoso policial”. El magistrado le dio la razón: “El significado de que la policía se hubiese presentado en el lugar de trabajo del señor Miller debido a sus opiniones políticas no debe ser subestimado”, pronunció el juez. “Hacerlo significaría infravalorar una libertad democrática elemental. En este país nunca hemos tenido una Checa (policía secreta soviética), una Gestapo o una Stasi. Nunca hemos vivido en una sociedad orwelliana (…) La sentencia enfatiza la importancia vital de la libertad de expresión en una democracia y nos recuerda que la libertad de expresión incluye no sólo lo ofensivo, sino lo que irrita, lo contencioso, lo excéntrico, lo hereje, lo molesto y lo provocador”. Como periodista, Carlin aplaude la decisión, si bien como persona pueda llevar a ataques como los que sufrió Caroline Flack.
Carlin arremete valientemente contra la reforma de la ley para que incluya “la apología y la exaltación del franquismo” como delito. “No me parece una buena idea por la razón obvia de que si empezamos por ahí, ¿quién sabe dónde vamos a parar? Si opinar a favor del franquismo es declarado hoy un delito, opinar en el futuro a favor del comunismo o del feminismo o del veganismo o del transgenerismo puede llegar a serlo también”. Y añade: “La clave está, creo, en distinguir entre opinión y mentiras, entre ofender y hacer daño. Si alguien dice, como ocurre con cierta frecuencia, que lo que escribo demuestra que soy un inculto, un ignorante, un condescendiente, incluso un racista, puede que no me guste, pero no voy a ir a la policía a quejarme. Si, por otro lado, alguien me acusa falsamente de haber plagiado un artículo o de estar vendido a alguna institución, ahí se me puede hacer daño en mi vida profesional o personal, ahí sí que podría recurrir a leyes sociales existentes que protegen contra la difamación”.
Se trata, efectivamente, de distinguir entre libertad de expresión y libertad de opinión. Por ello, John Carlin cita a Stuart Mill (Sobre la libertad, 1859): “Lo que hay de particularmente malo en imponer silencio a la expresión de opiniones reside en que supone un robo a la especie humana, a la posteridad y a la generación presente, a los que se apartan de esta opinión y quizá más a los que la sustentan. Si esta opinión es justa, se les priva de la oportunidad de abandonar el error por la verdad; si es falsa, pierden lo que es un bien de casi igual valor: una percepción más clara y
una impresión más viva de la verdad, producida por su choque con el error”. Billie Eilish, 18 años, Grammy reciente, actuación en los Óscar 2020 y cantante de la última película de James Bond, abandonó Instagram la semana pasada: “Paré hace dos días. Es raro. Cuanto mejor te van las cosas, más te odia la gente. Internet me está arruinando la vida, así que la apagué”. Porque las redes son opcionales.
Y las Ideas de José Antonio Marina (El Mundo), que amplía en sus Hologramas: Ayer, sobre la Singularidad.
Un término popularizado por Ray Kurzweil, director de investigación de Google; antes de 2050, viviremos la poshumanidad. La ingeniería genética, nanotecnología, neurociencia e inteligencia artificial transformarán el pensamientoy el comportamiento humanos. Facebook Brain-Computer Interface). Microsoft, Elon Musk (Neuralink), Kernel, Emotiv o NeuroSky invierten billones americanos (miles de millones de dólares) para monitorizar la actividad cerebral. El neurocientífico de Columbia Rafael Yuste, creador del proyecto BRAIN (Brain Research through Advancing Innovative Neurotechnologies) , y otros veinticinco colegas suyos han pedido el reconocimiento de cinco neuroderechos.
- Derecho a la identidad,
- Derecho al libre albedrío,
- Derecho a la privacidad mental, Derecho
- al acceso equitativo a la mejora cerebral y
- Derechos a la protección contra sesgos ideológicos.
Me gusta esa frase del riojano Rafa Yuste, al que tuve ocasión d escuchar en un Congreso de APD: “No sé lo que es la Inteligencia Humana como para saber qué es la Inteligencia Artificial”. Conviene desmitificar desde el rigor.
Estoy con José Antonio Marina: “Creo que el peligro mayor no es la tecnología, sino la sumisión voluntaria a ella. Por eso necesitamos un “modelo de inteligencia” capaz de aprovechar la Inteligencia artificial manteniendo la capacidad humana de decisión”.
De eso trata su “Proyecto Centauro”. Del Humanismo de Tercera Generación, que aprovecha la Tecnología sin aborregarse ante ella como si de un nuevo poder se tratara (Harari lo llamó el pasado Davos, “dictadores digitales”).
El Holograma 40 de Marina me ha recordado un capítulo del reciente libro de Carlos Rebate, El ‘Antídoto. 12 técnicas para sobrevivir a la inteligencia emocional’, comentado en este blog hace unos días. Combatir la singularidad (la profecía de Ray Kurzwell: allá por 2045 las máquinas tendrán más inteligencia que la humanidad” con “singularidad”, porque los humanos somos especiales. “Significa aportar un valor especial y genuino a un público objetivo”. Porque el Talento, ya sabes, es poner en valor lo que sabes, quieres y puedes hacer. Singularidad desde la Creatividad, el Emprendimiento, la Influencia digital (“hiperespecialización polímata”). Citando a Guy Kawasaki, como hace Carlos Rebate: “Al final, o eres diferente… o eres barato”. No se me ocurre algo más barato que los robots (al menos a medio y largo plazo).
Xavier Marcet, en La Vanguardia, escribía sobre ‘Habilidades 2030‘ . Antes los cambios tecnológicos, se trata de pensar, vender, relatar, aprender, respetarse. No muy distintas a las que enseñó Carl Benedict Frey (Universidad de Oxford):
Es lo que cariñosamente llamamos CIES (en recuerdo del precioso archipiélago en la boca de la ría de Vigo, con la playa de Rodas, la mejor del mundo según The Guardian): Creatividad, Intuición, Emocionalidad y Speranza. Como líderes, la clave para ser inspiradores (esperanza), integradores (inteligencia emocional), imaginativos (creatividad) e intuitivos (resolución de problemas complejos).
¿Qué tienen que ver los culos latinos de la Super Bowl con las témporas (ciclos litúrgicos y meteorológicos) de la libertad de opinión frente a la mentira y la singularidad como “humanidad aumentada”? Que vivimos en una connivencia de Talentismo (el escaso talento como motor económico y social), Sociedad del espectáculo (“the show must go on”) y Mediocracia. Fascinante. El/la ganador/a “se lo lleva todo”. El resto, que espere.
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