Estoy entusiasmado con el curso de la Universidad de Yale impartido por Laurie Santos, ‘La ciencia del bienestar’ (The science of wellbeing).
https://www.coursera.org/learn/the-science-of-well-being/home/welcome
La Dra. Santos parte de las ideas equivocadas (“misconceptions”) sobre la Felicidad: tener un buen trabajo, mucha pasta, muchos bienes… Nuestras intuiciones están equivocadas. La clave está en las disonancias y los sesgos cognitivos. Debemos aprender a superar esos obstáculos de nuestro cerebro, clarificar lo que realmente nos hace felices (las experiencias, la generosidad, saborear las alegrías de la vida) y poner las experiencias en marcha, porque es esencial la “adaptación hedónica” (las cosas no son tan malas ni tan buenas como esperábamos). Yale nos proporciona una aplicación para analizar el sueño, ejercicio físico, alimentación, etc. y ser más felices.
Te recomiendo la conferencia de Laurie Santos en el Aspen Institute el verano del año pasado:
https://www.youtube.com/watch?v=ZizdB0TgAVM
El carácter dañino de la comparación social, en esta Globalización 4.0, da mucho que pensar. He comentado el concepto de Mediocracia de Alain Deneault en su libro del mismo título. Ya sabes, en la sociedad de la mediocridad, quienes muestran soltura (fluidez), se sienten sanamente orgullosos por los logros alcanzados o son ingeniosos a los demás les pueden parecer arrogantes.
Deneault se basa en el principio de su compatriota canadiense Lawrence Peter (todo el mundo llega a su nivel de incompetencia) y en Edward Saïd (los intelectuales han sido sustituidos por los contertulios), en Andrés Pichler, Hans Enzenbergers, Theodor Adorno y Gilles Lipovetsky para sustentar su tesis. Pero entonces, ¿estamos en el Talentismo, esa nueva era en la que el Talento es más escaso que el capital, o en la mediocracia, en la que, como en el tango Cambalache, “los inmorales nos han igualado”?
Pues los dos, Talentismo y Videocracia. Deberíamos pensar en dos dimensiones: popularidad y perdurabilidad. La mediocracia es sin duda más popular, pero no durará tanto como el talento individual y colectivo. Mi amigo el tenor José Manuel Zapata, que canta primorosamente ‘Cambalache’, habla en sus conferencias de ello. ‘Felices los 4’ de Maluma posee más de 1.500 millones de visualizaciones en Youtube. El Air de la 3ª Suite de Johan Sebastian Bach, mi pieza favorita de música clásica (es imposible no creer que hay algo trascendente después de escucharla), unos 4 millones.
Esta suite se compuso hace unos 300 años y seguramente se seguirá escuchando dentro de tres siglos. Nadie escuchará a Maluma cuando hayamos muerto.
Lo mismo pasa con las empresas y el talento. La mayor parte de las empresas desprecia y deprecia el talento,si no en el discurso, en la acción cotidiana. Por ello, la supervivencia de las organizaciones depende a ritmos agigantados.
¿Cómo saber si tu empresa valora o no el talento? Fíjate en sus procesos de atracción y selección, de formación y desarrollo, de comunicación interna (sobre todo, en las conversaciones de carrera), de promoción, de desvinculación… Si en realidad son un tema menor, cuando no una burocracia de bajo valor, es que la organización (especialmente el CEO), es que no se lo está tomando en serio. En lugar de la meritocracia, fomenta la mediocracia.
Quisiera introducir una terecera variable social, de la que hoy trataba Josu de Miguel Bácrena (profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Cantabria) en su Tribuna de El Mundo: ‘Espectros de Videocracia’
https://www.elmundo.es/opinion/2019/09/18/5d810ca5fdddff22958b4600.html
¿Qué es la Videocracia? El poder de la imagen, y más concretamente de la televisión. Un estudio de Barlovento Comunicación (2018) revelaba que los españoles pasamos una media de más de cuatro horas frente a la “caja tonta”. La tercera actividad, tras trabajar y dormir. Pantallas: los de más de 50 años, la tele; los cuarentones, Facebook; los treintañeros, Twitter y los Centennials, Instagram. ¿Dónde está el poder? Según el CIS (abril de 2018), el 84% de los españoles se informa principalmente por la televisión.
El profesor De Miguel nos alerta de la “invasividad de la televisión en la formación de la voluntad individual”. Por ello, la oferta de canales ha traído el multipartidismo imperante.
La clave está en la conversión de la política en espectáculo (Roger Ailes, fundador de la Fox y mentor político de Donald Trump, fue el maestro). El autor de este artículo nos recuerda que frente a la “política de los reservados” (Pablo Iglesias) ha llegado la Vídeocracia, la sustitución de la palabra por la imagen, la evolución del “homo sapiens” a “homo videns” (Giovanni Sartori, La sociedad teledirigida).
El 10 de noviembre se repiten elecciones. Una reposición como la de ‘Verano Azul’ o ‘Pretty Woman’. El profesor De Miguel concluye: ” Está por ver si el bloqueo institucional y las audiencias podrán seguir retroalimentándose. El consumidor puede terminar cansándose del espectáculo. Ahora bien, sin ánimo de profetizar, tampoco hay que descartar la posibilidad de que el hiperliderazgo partidista y carismático ponga encima de la mesa el proyecto de la videocracia a largo plazo: constitucionalizar el presidencialismo para terminar de adecuar el sistema político a la infraestructura comunicativa”.
Gracias, Josu De Miguel, por un artículo que invita a la reflexión. Frente a la videocracia mayoritaria, alimentada por el cesarismo que se adueña de las instituciones, nos queda (aunque sea minoritario) la libertad. La educación, la Learnability (aprender constantemente), el pensamiento crítico, la responsabilidad personal y la solidaridad. No estarán “de moda”, pero son valores universales y duraderos.
Y si ves televisión generalista, que sean buenas series, ingeniosas y de calidad, como ‘Pequeñas coincidencias’ en Antena 3 https://www.antena3.com/series/pequenas-coincidencias/ No cualquier cosa, de forma reactiva. Eso es lo más parecido al ‘Gran Hermano’ de Orwell, 35 años después del anuncio de Apple (el mejor de la historia), no parece que hayamos aprendido mucho.
“We shall prevail”