Ayer por la tarde, a partir de las 7, tuve el placer de asistir a la presentación del libro de Carl Dählström y Víctor Lapuente, ‘Organizando el Leviatán. Por qué el equilibrio entre políticos y burócratas mejora los gobiernos’ con Toni Roldán (Barcelona, 1983), portavoz de Economía y Secretario de Áreas Sectoriales y Programas de Ciudadanos, Jordi Sevilla (Valencia, 1956), presidente de Red Eléctrica y ex ministro de Administraciones Públicas, moderado por el editor de Deusto Roger Domingo. Gracias a los cuatro por casi dos horas de sano debate.
Este libro trata sobre la calidad del gobierno y demuestra empíricamente que las relaciones entre dos grupos de interés (los políticos y los funcionarios), cuando están equilibradas, mejoran la misma. Cuenta el caso de Francisco Correa, un modesto agente de viajes que se convirtió en “el amo” de la administración en España, de Carlos Fabra, que fue presidente de la Diputación de Castellón, y de otros “elefantes blancos” como Jesús Gil en Marbella.
Desde la teoría de los incentivos, lo que caracteriza a los buenos gobiernos es un sano equilibrio (aristotélico) entre los burócratas y los los políticos. Ni abuso de poder ni tecnocracia. Para reducir los síntomas del mal gobierno, se han de prevenir las malas actividades y alentar las buenas, desde la separación de carreras entre ambos. En Dinamarca, un nuevo gobierno sólo cambia a los ministros; en Brasil o México, a gran parte de la Administración. La separación real afecta a la mayor o menor corrupción, a la eficacia gubernamental y a las reformas que mejoran la eficiencia.
Los autores nos hablan de la administración weberiana cerrada (una promesa dudosa) y sus peligros (“cuanto más corrupto es el Estado más numerosas son las leyes, Tácito), de la corrupción y las instituciones virtuosas (hay una clara correlación entre el control de la corrupción y la contratación meritocrática, por países), así como de las experiencias de lucha contra la corrupción en EE UU, UK y países nórdicos, de la eficacia (autómatas frente a autónomos), de la correlación entre gasto derrochador del gobierno y contratación meritocrática, de las reformas (nueva gestión pública y remuneración vinculada al rendimiento).
En el debate, Víctor explicó que en la Universidad de Göteborg el 60% de su sueldo depende de financiación ajena, de colaboración con las empresas privadas. Algo habitual en una socialdemocracia consolidada como la sueca, impensable (la universidad se rasgaría las vestiduras) en un país como España.
De Acemoglu y Robinson (2012) a Dahlström y Lapuente (2018): tan mala es la burocratización de la política como la politización de la burocracia. La meritocracia (en la selección, en el desempeño, en el compromiso) ha de ser el camino, también para una Administración más eficaz, más eficiente, más ágil en sus reformas y menos corrupta.
Hoy el maestro Marina publica en El Confidencial ‘Los malentendidos entre la escuela y el mundo del trabajo’: https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/educacion/2018-10-09/escuela-trabajo-singapur-actualizacion_1627540/
José Antonio Marina comienza con “elogio envenenado” durante los debates sobre el voto femenino en la II República: “La mujer es la defensora de todo lo puro y valioso del mundo, por eso no puede meterse en política” (me ha recodado aquella frase de Franco a sus ministros: “Haga como yo, no se meta en política”. Un elogio similar a la escuela: Debía dedicarse a la formación de los espíritus, a las ‘artes liberales’, para no contaminarse. JAM nos recuerda que la palabra ‘escuela’ procede del griego ‘sjolé’, ocio ( el lugar al que podían ir quienes no tenían que trabajar). Escuela para las élites, trabajo para los esclavos, siervos, proletarios. La junta de Reformación del Conde-Duque de Olivares pidió al Rey Felipe IV que eliminara escuelas para que los hijos de labradores no fueran tentados a no trabajar. Sin embargo, la Ilustración enalteció el trabajo por aquello de la pública felicidad”. Y en España, Gaspar Melchor de Jovellanos y Ramírez (1744-1811), el ilustrado por excelencia, que animaba a estudiar ciencias (matemáticas, química, física), junto con las escuelas de artes y oficios. Con la industrialización, la esperana pareció terminar. Marina utiliza aquella terrible frase de Iván Ilich: “La escuela, esa vieja y gorda vaca sagrada, abre un abismo de clases, prepara una élite y con ella el fascismo”.
El sistema educativo tiene un triple propósito: desarrollo personal, formación para la convivencia y la ciudadanía y acceso al mercado laboral (cada vemos somos más quienes pensamos que esa trinidad se integra en la Empleabilidad en acción, que es la Aprendibilidad). “No se trata de pegar la formación profesional como un postizo a la escuela. La escuela forma personas, ciudadanos y profesionales en todos los niveles.
Marina cita a mi maestro en la UAM Luis Enrique Alonso, en su libro ‘La crisis de la ciudadanía laboral’:esta permanente apelación al riesgo, la competitividad y el azar ha abierto un espacio para la desformalización y desinstitucionalización de las relaciones laborales. Un mundo líquido en el que se aplica la “ley universal del aprendizaje”: “Toda persona, toda institución, toda empresa o toda sociedad, para sobrevivir, necesita aprender al menos a la misma velocidad a la que cambia el entorno; y si quiere progresar, ha de hacerlo a más velocidad”. Nuestro querido y admirado José Antonio ha hecho un “upgrading” de su Pacto Educativo a un Pacto para la creación de una Sociedad del Aprendizaje à la Stigliz (un Ministerio de Educación que sea una Vicepresidencia y coordine otros ministerios). Según el Rector de la Universidad de Singapur, la mejor de Asia (entrevistado por Héctor Barnés), habrá que actualizarse cada cinco años (20 es una eternidad). Gracias, maestro, por compartir tus profundas reflexiones.
Marina nos inspira como pocos. Recordemos que “trabajo” proviene de “tre-palium”, instrumento de tortura (de tres palos) en el Imperio Romano. El tiempo se agota para el trabajo (lo harán los robots) y para los capataces (jefes a la antigua usanza). Por cada dos “trabajos” perdidos por la automatización, se generarán cinco “empleos” (emplear nuestro talento). El “sorpasso tecnológico” (más robots que humanos trabajando) ocurrirá en siete años, en 2025. Y triunfarán l@s profesionales con curiosidad y creatividad, inteligencia emocional e intuición (lo que no pueden hacer los robots): para el resto, no hacemos falta. “Learnability”: capacidad y voluntad de aprender constantemente, la ventaja competitiva en atracción, desarrollo y compromiso. Y una escuela como auténtica “learning organization”, que trascienda la transmisión de conocimientos (crecientemente accesibles) para ahondar en un desarrollo integral del ser humano (memoria, tan necesaria; actitud; compromiso; buena educación).
La alternativa es “otro ladrillo en el muro” (Pink Floyd):
Cada ladrillo es un trauma.
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