He disfrutado mucho del Coaching de Equipo ayer y hoy. Incluso hemos tenido la oportunidad, debido al buen tiempo, de celebrar un par de horas al aire libre en una parte de reflexión utilizando los modelos de David Rock (la SCARF o bufanda) y de Silvia Damiano (i4: inspirador, integrador, imaginativo e intuitivo). De nuevo mi gratitud a todo el equipo de Dirección, con el Director General como líder.
‘La paradoja del poder alemán’ de Hans Kundnani, es un magnífico libro sobre el país germánico que domina Europa. Director editorial del Consejo para las Relaciones Internacionales, ha desarrollado su carrera periodística en The Guardian, The Observer, Financial Times y el suplemento literario de The Times.
“La historia nunca se repite, pero siempre regresa”, escribe José Ignacio Torreblanca, profesor de Ciencia Política, en el prólogo. Kundnani parte de la unificación de Alemania y proclamación del Reich en Versailles (enero de 1871). En ese momento Alemania contaba con 41 M de habitantes, Francia con 36 M, Austria-Hungría 35’5 M, Gran Bretaña 31 M; Rusia, 77 M. La posición central (Mittellage) fue desestabilizadora. En 1882, Berlín era “la capital diplomática de Europa”. El nacionalismo romántico fue definiendo lo germánico como opuesto a Occidente. Dos años más tarde, en 1884, Bismarck dio “un salto hacia fuera, hacia el mundo”. La nueva Westpolitik subyugó a muchos alemanes. El Kaiser estaba convencido de que Gran Bretaña sólo se lo tomaría en serio si contaba con unas fuerzas navales fuertes. Tras la I Guerra Mundial, Alemania quedó diezmada pero no destruida. En 1922, firmó el tratado de Rapallo con la Unión Soviética. Al año siguiente, la hiperinflación dejó al país traumatizado. Y Hitler llegó al poder en 1933. En otoño, abandonó la Liga de las Naciones, en 1936 envió tropas a la Renania desmilitarizada y en 1939 tenía la fuerza militar suficiente para volver a perseguir la hegemonía en Europa. Sabía por la experiencia de la guerra anterior que no podía abrirse a dos frentes, pero fue engañada por Stalin.
La República Federal alemana fue la sucesora legal del Tercer Reich y se debatió entre el idealismo y el realismo. Había perdido la mitad de su tamaño y recursos propios como el carbón. La seguridad colectiva había sustituido al equilibrio de poderes. La política exterior alemana se movió en dos ejes: uno geográfico y otro histórico. En la Guerra Fría, durante los primeros 20 años los democristianos integraron a Alemania Occidental en el bloque europeo. El liberalismo de centro-derecha puso el foco en la idea de libertad; el nacionalismo de centro-izquierda, en la idea de paz. Tanto la Westbindung de Adenauer como la Ostpolitik de Willy Brandt fueron un éxito: la desmilitarización llevó a la potencia económica.
En 1990 la reunificación reabrió la cuestión alemana. La “potencia central”(Zentralmacht, Hans Peter Schwartz) suscitó los recelos de algunas potencias europeas. Si la Europapolitik de la Alemania de los 90 se caracterizó por la continuidad, la política exterior fue sometida a muchos cambios. Una década después era “una república diferente”. En la primavera de 2003, EE UU invadió Irak y las relaciones se envenenaron. El “camino alemán” (Deutscher Weg) se opuso el “camino americano”. Los germanos habían preferido a Europa.
Economía y política. En 1998, cuando Schroeder llegó al poder, el desempleo alcanzaba el 9% (1’7 M de desempleados). Mantuvo los límites del déficit presupuestario, transformó la industria, elevó los salarios sólo un 1’1%. La contribución de las exportaciones al PIB de Alemania pasó del 33% en el 2000 al 48% en 2010; un enorme superávit comercial. “La esencia de la nación alemana será un día la salvación del mundo” (Emmanuel Geibel, 1861).
La crisis griega desde 2010 colocó a Alemania en una posición extraordinaria sin precedentes en la UE. Para los germanos, era fruto de la irresponsabilidad fiscal y por ello utilizó el mercado de la deuda para reforzar la disciplina fiscal en la eurozona. En junio de 2011 el primer ministro chino Wen Jibao visitó Berlín con 13 ministros para un diálogo “de gobierno a gobierno”; una negociación interministerial del más alto nivel. Martin Wolf lo ha llamado “Chermany”. El enfoque chino-alemán de la crisis provocó desacuerdos con EE UU. Joseph Stigliz, premio Nobel de Economía, dijo en 2010 que quien pensara que China era un problema tendría que pensar que Alemania también lo era.
Alemania vivió la “helenización” de la crisis del euro; en el Consejo Europeo de 2012 François Hollande, Mario Monti y Mariano Rajoy unieron fuerzas para desautorizar a Alemania. Entre 2006 y 2010, Alemania se convirtió en el tercer exportador de armas convencionales, tras EE UU y Rusia, con el 11% del mercado (Francia, 7%; GB, 4%).
Alemania es una paradoja, a la vez potente y débil. Dependiente de los mercados, hace valer su poder económico y no el militar. Es la “semihegemonía geoeconómica”. Inofensiva en geopolítica, poderosa en la economía. Interesada en la supervivencia del euro, no desea la unión política ni bancaria. La crisis de Ucrania y la anexión de Crimea (febrero de 2014) supuso un golpe estratégico que le obliga a revisar su liderazgo. La crisis de los refugiados de verano de 2015 aún no se ha superado. Lo que parece claro es que “Europa no se puede gobernar desde Berlín”, porque Alemania no está dispuesta a ser el hegemón del continente.
Una canción alemana ganadora de Eurovisión, ‘Euphoria’ de Loreen: www.youtube.com/watch?v=bcnWysA9gxo Hoy le dedico esta entrada del Blog a ElenaHernándezz (@elenahernandezz), que sé que lo lee y le encanta el país germano.