Esta mañana hemos salido de Valencia a Castellón a las 8 de la mañana. Sendas reuniones con el DG y el Presidente de una de las principales empresas industriales de la Comunidad Valenciana, para iniciar un proyecto estratégico con la misma. Y vuelta a la ciudad del Turia para almorzar en L’Alfàbega (la albahaca), Cuina amb bon gust, restaurante de la zona de Cánovas (calle Conde de Altea, 30) especializado en arroces, antes de tomar el AVE de vuelta a Madrid. Mi gratitud a Agustín, a Mariló y al chef Pablo Álvarez Ossorio.
El Presidente de la empresa cliente ha insistido en que ‘Business is Fun’, que la empresa está para divertirse. Su filosofía empresarial y vital está centrada en el “Customer Happiness” (La Felicidad del cliente), de la que parten la Felicidad de los empleados y la Felicidad de los stakeholders (la comunidad de interacciones, como dice María José Martín). Le he recordado que esto significa pasar “de Jefes a GeFes” (Generadores de Felicidad), en palabras de María Graciani. La Empresa como ecosistema de Felicidad, como plataforma de Talento para que las personas (integrantes, clientes, organizadores) sean felices, vivan “experiencias globales de placer y significado”.
Ayer le preguntaron en plenaria (350 personas) a Manu Solís, DG de Manpower, si habría algún día en que todo el trabajo temporal esté digitalizado (gracias, Jaime, por una sesión esplendida). Manu respondió de que está convencido de que no. Los seres humanos realizan algunas funciones exclusivas (el trato con el candidato y con la empresa cliente, con lo que esto supone) que las máquinas no podrán hacer.
Comparto plenamente su punto de vista. La digitalización permite hacer las cosas más eficientemente, con mejor servicio al cliente. Pero de momento las máquinas no pasan el “test de Turing” (por Alan Turing, el padre de la informática): no son capaces de conversar.
Joana Oliveira, en un artículo de Ciencia y Tecnología, nos recordaba hoy que todo empezó hace 20 años (los mismos que la guerra por el Talento) con Google. La gente preguntaba cosas y una especie de robot invisible al otro lado de la pantalla respondía. Luego aparecieron sistemas más sofisticados como Siri o Alexa. “El problema es que el lenguaje de los ordenadores es literal mientras que el lenguaje humano es complejo y ambiguo” (¿un lenguaje VUCA?). “Y todavía no hay un puente entre los dos”.
“Las máquinas están preparadas para acceder a la profundidad y amplitud de toda la información en el mundo, si sólo pudieran entender lo que les estamos pidiendo” (Jonathan Berant, catedrático de Inteligencia Artificial de la Universidad de Tel Aviv). Queda mucho por hacer, señala este experto, en el diálogo no orientado a tareas. La dificultad para un lenguaje entre expertos y robots es que no queda claro el propósito de la conversación. “Las personas hablan entre sí para cumplir una función social y las entidades no humanas que se han creado hasta ahora no tienen la capacidad de cumplir esa función” (Armand Ruiz, responsable de aprendizaje automático en IBM). La clave es que mientras los seres humanos utilizamos símbolos que conforman un lenguaje, mientras que esos símbolos no son precisamente la forma más eficiente de comunicación para las máquinas. “No son una amenaza porque no tienen la capacidad de desarrollar un lenguaje espontáneo” (Armand Ruiz).
Propósito, símbolos, consciencia. Ya en casa he estado viendo el primer episodio de la segunda temporada de ‘Cuando ya no esté’ (Iñaki Gabilondo): Ciencia con con(s)ciencia. Un diálogo con tres grendes científicas: Mara Nielsen (Plasticidad cerebral), María Blasco (Cáncer) y Clara Menéndez (Malaria). El proyecto “Brain Poliphony” conecta las señales cerebrales con sonidos para identificar patrones encefalográficos. La Dra. Blasco nos propone “morir jóvenes a los 140 años”: telómeros más largos durante más tiempo. “El cáncer es una enfermedad inherente, asociada a la acumulación de daño en nuestras células”. Todavía hay más de 90 países endémicos por la malaria.
Te recomiendo el espléndido libro ‘En defensa de la conversación’ de Sherry Turkle, psicóloga clínica y socióloga del MIT (publicado en febrero de 2017). Es una voz de alarma sobre el déficit de empatía en nuestra era (en el Talentismo, la generosidad es la competencia determinante). ‘En defensa de la conversación’ es un estudio sobre las consecuencias, inquietantes, de la cultura digital en distintos aspectos de nuestra vida: la educación, el entorno profesional, las relaciones sentimentales o la política. Vivimos en un universo tecnológico en constante conexión y, sin embargo, ¿hemos sacrificado la conversación y la empatía? Este texto supone una valiosa reflexión sobre la profundidad de las conversaciones que mantenemos con nuestros seres queridos y con nuestr@s compañer@s, sobre la distracción que suponen los móviles y los ordenadores y sobre la sustitución de las charlas por los mensajes o los correos electrónicos en una era en la que necesitamos más que nunca la conversación.
«La conversación cara a cara es el acto más humano, y más humanizador, que podemos realizar. Cuando estamos plenamente presentes ante otro, aprendemos a escuchar. Es así como desarrollamos la capacidad de sentir empatía. Este es el modo de experimentar el gozo de ser escuchados, de ser comprendidos. Además, la conversación impulsa la introspección, esa conversación con nosotros mismos que constituye la piedra angular de nuestro desarrollo temprano y que continúa durante toda nuestra vida..» (Sherry Tucker).
¿Estamos “Alone Together”? Te sugiero el TED de Sherry Tucker: www.ted.com/talks/sherry_turkle_alone_together?language=es
Cuanta más tecnología tengamos a nuestra disposición, más valoraremos los beneficios de una buena conversación, con nuestra familia y amig@s, con nuestra pareja, con nuestr@ coach y, sí, con un buen jefe/GeFe. ¿Se puede ser verdaderamente feliz sin buenas conversaciones?
La canción de hoy es de Charlie Puth con Serena Gómez: ‘We don’t talk anymore’ (www.youtube.com/watch?v=3AtDnEC4zak) “like we used to do”.