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¿Somo buen@s o mal@s de nacimiento?

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¡Qué espléndido el sol de Alicante! 18 grados y una luz plena. El IV Curso de Coaching Ejecutivo Estratégico de Fundesem no ha podido comenzar mejor. El equipo de alumn@s es magnífico: dos Andrés, uno experto en marketing y en formación; el otro, piloto de aviones y en reinvención laboral; Daniela, gran comercial y emprendedora venezolana; Guzmán, con experiencia en el mundo del deporte (exárbitro de fútbol) y en RRHH; Inmaculada, experta en formación y consultoría en el sector farmacéutico; Isabel, con una enorme claridad de ideas; Juan, disc-jockey de lo más extrovertido y espontáneo; el argentino Marcelo, deportista y vitalista;  Paola y Pepa, que vienen desde Murcia con una amplia visión de la Dirección de Recursos Humanos;  Patricia, también venezolana, conocedora de las finanzas y con Máster en Recursos Humanos; Rosa, desde la dirección comercial y el sector del automóvil; Yari, italiano especializado en la gestión, sumiller, gurú de los destilados. Un equipo multifacético, diverso en nacionalidades, en sectores, en experiencias, pero con una actitud que favorece que aprendan unos de otros. ¡Lo he pasado genial con tod@s vosotr@s! Y esto es solo el principio.
Entre las historias de talento y de desarrollo que hemos compartido esta mañana, dos personas a las que quiero y admiro: Maikel Malamed y Carlos. Dos seres humanos excepcionales que nos guían para dar lo mejor de nosotr@s mism@s.
En el tren AVE de vuelta de Alicante a Madrid he estado leyendo el número de diciembre de la revista Muy interesante. En portada, “El enigma de la moral. ¿Somos buenos (o malos) de nacimiento?”. ¿Qué nos han enseñado las últimas investigaciones al respecto?
- Al contrario de la creencia popular, los niños saben distinguir el bien del mal desde una edad muy temprana. Incluso a los tres meses.
- Los bebés de 4-6 meses demuestran predilección por quienes obran de manera correcta casi al 100%. Y en el 87% a los diez meses. La moralidad viene de nacimiento.
- Un estudio dirigido por la psicóloga Abigail A. Marsh en 2011 determinó que un gen estaba relacionado con los juicios morales en situaciones límite (bit.ly/H3arhk).
- Los bebés de año y medio prefieren tomar la misma comida que otros de su misma edad que se portan bien (Kiley Hamlin, British Columbia U, Vancouver).
- “Nunca lograremos curar la maldad humana” (Adolf Tobeña, autor de Anatomía de la agresividad humana). Para este psiquiatra y neurocientífico, la bondad y la maldad son construcciones culturales. El 2-4% de las personas cuentan con irritabilidad y agresividad muy acentuados. “Son peligrosas las personas con trastornos límite, los manipuladores, los narcisistas, los mesiánicos, los buscadores de gloria y los psicópatas (a quienes no les importa hacer daño o lesionar los intereses ajenos). Los circuitos neuronales de la maldad están en el tronco encefálico, el hipotálamo y otras zonas del cerebro más primitivo (interviene la testosterona y otros andrógenos, lo frena la serotonina). “La naturaleza fabrica un porcentaje de gente que se beneficia dañando al prójimo”. “El pronóstico del comportamiento humano resulta inviable, por la enorme apertura de la libertad de decisión (…) La neuropredicción del crimen pertenece a la ciencia-ficción”. Podemos disfrutar de una conferencia del Dr. Tobeña sobre conciencia y libre albedrío en bit.ly/1c8FINI
También en Muy interesante, un dossier sobre “el sentido del gusto”. Además de dar placer al paladar, avisa de los nutrientes que necesita el cuerpo. Sin abusar, lo dulce y lo salado funcionan como antidepresivos naturales. Algunas personas nacen con un número extra de papilas gustativas (hasta 400) que las convierte en detectoras de sabores (supercatadores). Son el 25% de la población. Otro 25% apenas cuenta con 96 papilas gustativas. El color del plato (la forma de la copa de champán) o la música que suena condicionan nuestro paladar. Comemos “con los ojos” (preferimos colores que están en la naturaleza y evitamos el azul o el morado; en platos blancos, el postre sabe más dulce), con los oídos (es distinto probar un vino escuchando el Vals de las flores de Tchaikovski o Carmina Burana), o el tacto de una taza de café.
El alcohol al parecer causa depresión. El neurocientífico Osvaldo Almeida, de la Universidad de Australia Occidental, ha analizado a 3.878 personas con una mutación genética que provoca rechazo al alcohol y no ha encontrado en ninguna de ellas esa dolencia psíquica. Y el estrés da hambre, y provoca la búsqueda de alimentos muy calóricos, como la comida basura.
Me han parecido muy curiosos los nuevos términos: “Binge-viewing” (aquella persona que se da atracones de series de televisión, como una temporada de su serie favorita de una sentada), “Deleb” (celebridades que, después de muertas, siguen teniendo tirón, como Marilyn o Elvis), “Prosumidor” (productor y consumidor simultáneamente) o “Phubbing” (persona que atiene más al móvil –phone- que a otro ser humano, por lo que le desaira –snubbing-). Y también “el síndrome del show de Truman”, que afecta a quienes creen que viven constantemente en un programa de televisión (fue acuñado por el neurofilósofo Ian Gold y su hermano Joel, psiquiatra).
Mi gratitud a José Pardina, director de Muy interesante, y su equipo: a Elena Sanz por su reportaje sobre el gusto, a José Ángel Martos por su análisis de la moralidad en bebés, a Nuria Jar por su entrevista a Adolf Tobeña, a Fernando Cohnen por sus historias de impostores famosos y a Ángela Posada-Swafford, por los espermatozoides y óvulos de laboratorio.

Y una frase de mi amiga Belinda Washington en Facebook: “Si tuviéramos más presente cada día lo efímeros que somos viviríamos con más consciencia cada bendito segundo”. Así es, querida Belinda.             

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