Jornada entre Madrid y Barcelona. Voy a estar en la ciudad condal más de la mitad de la semana, por diversos motivos: el desayuno sobre Talento y Competencias del futuro del Club de Excelencia en la Gestión, el IPT (Interacción Potenciadora de Talento) con clientes en la mañana del miércoles, la reunión con los roles comerciales también el miércoles por la mañana, la reunión con nuestros directores de equipos –más de 100- el miércoles por la tarde… En primavera, en el Mediterráneo. La feria alimentaria y las huelgas de transporte público van a convertir la ciudad en una locura… paciencia y serenidad.
David DiSalvo, un neurocientífico y divulgador a quien admiro especialmente ( de su libro ‘Qué hace feliz a tu cerebro y por qué deberías hacer lo contrario’ traté en este blog en marzo de 2013) publicó ayer una interesante entrada en el blog de Psychology Today, titulada ‘Por qué no saber algo nos vuelve locos’.
El Dr. DiSalvo se refiere a una con 45 voluntarios que se apuntaron a un videojuego sobre rocas y serpientes. Si fallaban, recibían una pequeña descarga eléctrica. Al final, el nivel de incertidumbre correlacionaba con su nivel de estrés. Archy De Becker, del Instituto de Neurología de la UCL, que ha publicado este estudio en Nature Communications, resaltó que “utilizando el modelo pudimos predecir el nivel de estrés de los participantes a partir de su nivel de incertidumbre”. “Es mucho peor no saber lo que te va a producir un shock que saberlo realmente”.
David concluye: “El mundo tiene sus monstruos, sin duda, pero muchas veces creamos más monstruos en el espacio sin fronteras de nuestras mentes, y no digamos en las mentes interconectadas. Esto tiene mucho que ver con el miedo y la ansiedad, con los jefes autoritarios y con otros temas que revelan la insaciable sed de incertidumbre del cerebro”.
Efectivamente, de los cuatro rasgos del mundo VUCA , la U (en inglés) de Uncertainty, de Incertidumbre, puede ser la que más loc@s nos vuelva. El principio de incertidumbre de Heisenberg, introducido por este físico cuántico alemán en 1927, significa que las propiedades físicas de una partícula (posición y momento) no pueden conocerse simultáneamente. Una física incierta para un mundo incierto, en el que todo puede pasar (en el que los “cisnes negros” no son la excepción sino la regla).
El cerebro se lleva mal con la incertidumbre, y sin embargo la actualidad alimenta esta incertidumbre, desde el Brexit y las elecciones en EEUU a la tercera ronda del Rey con los representantes políticos y, caso de repetirse, los resultados del 26-D. “Es admitir la ignorancia y la incertidumbre lo que da esperanza en el movimiento continuo de los seres humanos en alguna dirección que no esté confinada, perfectamente bloqueada, como ha ocurrido en distintos momentos de la humanidad”, nos enseñó Richard P. Feynman.
¿Qué podemos hacer? Centrarnos, no en lo que no podemos cambiar (el “círculo de preocupación” nos puede volver chalados) sino en nuestras propias opciones (el “círculo de influencia”); imaginar, visualizar, el futuro que nos gustaría y, siguiendo a Richard Wiseman, “vernos” dando los pasos adecuados para lograrlo.
Cuanta más incertidumbre, mayor necesidad de coaching para conocerte mejor a ti mism@ (tus fortalezas, tus oportunidades de mejora), para marcarte objetivos que realmente sean tales, para diseñar los hitos que te acerquen a tus objetivos, para obtener el reconocimiento en tus progresos.
Mi gratitud a neurocientíficos como David DiSalvo y psicólogos como Richard Wiseman que nos abren los ojos sobre los peligros (reales o imaginados) de la incertidumbre.